IA: ¿Seguirá habiendo humanos que innoven?
Hay algo inquietante en el maravilloso misterio de la inteligencia artificial (IA). Se suponía que liberar al ser humano de tareas rutinarias o tediosas haría que su cerebro fuese feliz. Pero tengo ante mí la foto y las instrucciones de uso de lo que sería comprar en la primera tienda de la esquina que se autogestiona con IA y mi cerebro se angustia. Ver ese enjambre de cámaras autónomas, que imagino poniéndose de acuerdo para decidir qué grupo va a seguir el movimiento de cada comprador que entra en la tienda y después chivar a través de otra red de máquinas el articulo que ha puesto en el carrito para el cargo, también automático, en la cuenta del cliente, me aturulla. Dice el director del proyecto Amazon Go -porque la tienda que acabo de describir existe- que han tardado cinco años en conseguir que todas las máquinas de la tienda distingan bien los clientes incluso cuando hay mucha afluencia de ellos. Ahora funcionan como una red neuronal.

Me he preguntado por el motivo real de mi zozobra. Tiene que ver con el cerebro. Mi cerebro se siente amenazado. Piensa que ya no va a tener tiempo para aburrirse. Para no hacer nada. La compra en una tienda Amazon Go se hace en menos de un minuto: llegas, vas al estante, tomas el producto, lo metes en la bolsa y te vas; del resto de pasos típicos en todo proceso de compra se encarga la inteligencia artificial: no hay interacción humana ni socialización. ¡Cuántas ideas va mi cerebro a no ver surgir en los tiempos muertos de ir y venir de un pasillo a otro, de esperar ante la caja!… La asociación de recuerdos con información de la memoria temporal o de largo plazo cada uno la hace donde puede.
Dice la experta neurocientífica Mara Dierssen que hay pocas cosas que se conocen del funcionamiento del cerebro. Por ejemplo: no está claro dónde están las redes neuronales de la memoria. Se sabe lo que ya dijo Ramón y Cajal, y ya. Sí se sabe, sin embargo, que el cerebro necesita el tiempo en que no hacemos nada: “Cuando no estamos haciendo nada el cerebro trabaja muchísimo, y ese tiempo es clave (…) para ser introspectivos, para poder pensar, para aburrirnos, para imaginar el futuro”. Vale, pero ¿cómo vamos a imaginar si no volvemos a aburrirnos? Y de eso echo la culpa a la inteligencia artificial.
Dudo que mi cerebro pueda aguantar más bombardeos. Ya tiene el de la información constante y contradictoria basada en mensajes visuales de imágenes y eslóganes. Ahora se añadiría el de comprar de forma mecánica. Y así con el resto de tareas…
¿Volverá a haber innovadores o será la inteligencia artificial la última innovación humana?
Nick Bostrom, filósofo y profesor en Oxford (Centro de investigación de estrategia de inteligencia artificial) trabaja desde el enfoque de las superinteligencias artificiales. Cerebros artificiales. El peligro contra el que alerta es que el cambio de la IA sea sin marcha atrás: «Si la inteligencia artificial termina siendo capaz de hacer todo nuestro trabajo intelectual mejor que nosotros, tendremos en nuestras manos el último invento que tendrá que realizar la humanidad».
Me voy a leer un libro. Haré la compra mañana.
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