El revolucionario objetivo de cambiar el mundo

He leído un libro interesante sobre el surrealismo. Lo recomendó en un artículo Vila Matas. El último suspiro es un texto de inesperadas memorias que Buñuel escribió con ayuda de su último guionista (Buñuel no era escritor). Me ha gustado Dalí. Sobre Buñuel, sin haber visto todas sus películas me impresionaron escenas que no he podido olvidar (como mucha gente). Pero no es de cine ni de pintura de lo que voy a hablar. Sí de una revelación sobre el movimiento surrealista que me ha proporcionado una visión nueva del argumento de cambiar el mundo que se aplica a los verdaderos innovadores.
A todos los personajes de la lista de surrealistas (literatos, pintores como Dalí, o cineastas como Buñuel) les parecía atractiva la idea de la revolución. Había una cierta unificación de cuál debía ser la teoría y creaban manifiestos. Pero el verdadero objetivo del surrealismo no fue crear un movimiento cultural sino hacer cambiar el mundo. Toda tendencia creadora bebía de esa idea. Las mejores escenas de Buñuel eran las que más escándalo provocaban. Pero también las que más admiración levantaban.
El éxito no siempre estaba asegurado. Los surrealistas y el propio Buñuel se encontraban a menudo sin ningún proyecto que acometer. Pero lograron hacer películas diferentes a lo que se rodada en Hollywood. Los grandes presupuestos, entonces y ahora, vienen acompañados de sistemas que restan libertad de acción. Y de revolución. Hay una maravillosa anécdota entre el director Nicolas Ray (Rebelde sin causa) y Luís Buñuel durante un almuerzo en Madrid que pone frente a frente dos actitudes: inmovilista e innovadora.
-¿Cómo se las arregla usted, Buñuel, para realizae películas tan interesantes con unos presupuestos tan pequeños?
Le respondí que, para mí, el problema no se planteaba. Era eso, o nada. Yo plegaba mi historia a la cantidad de dinero que disponía. En México, nunca había superado los veinticuatro días de rodaje (…) Y le dije:
-Usted, que es un director célebre haga un experimento. Usted se lo puede permitir todo. Intente conquistar esa libertad. Por ejemplo, acaba de rodar una película por cinco millones de dólares. Ruede ahora una película por cuatrocientos mil, y verá por sí mismo la diferencia.
Exclamó:
-¡Ni pensarlo! Si hiciera tal cosa, todo el mundo en Hollywood pensaría que estoy en decadencia, que las cosas me van muy mal. Estaría perdido. ¡Nunca volvería a rodar nada!
La conversación anterior sigue vigente hoy, especialmente en el mundo empresarial. La dificultad que muestran los componentes del movimiento surrealista para aceptar la sociedad y el mundo, la impaciencia por hacer un cambio, son las reflexiones que acompañan a los innovadores y creadores de startups de nuestra época. Al otro lado de la mesa tienen a directivos de empresas gloriosas que admiran los proyectos revolucionarios siempre que los experimentos los hagan otros. Para llegar a la acción, más que presupuesto la condición necesaria me parece esta: libertad. Ahí estoy con Buñuel.