Proyectos bonitos o proyectos alimenticios

Leí que un famoso arquitecto, conocido por edificios que son emblema de ciudades, dice que está orgulloso de todos sus proyectos. Los que le han hecho personaje conocido y sobretodo los que no hizo con ese objetivo. Estos últimos le permitieron simplemente comer.
Al retomar la escritura del blog (que cerré este verano ¡casi dos meses!) me he acordado de los proyectos alimenticios. Así llamo esos proyectos que no son “bonitos” pero necesarios. Creo que son básicos más allá de para pagar facturas. Hay que ser valiente para firmarlos con el mismo mimo que damos a los proyectos bonitos. Pero no es fácil admitir su existencia y reconocer su papel.
Cada uno tenemos nuestros propios proyectos alimenticios. El arquitecto: casas sociales o complejos industriales. El consultor: desarrollos y puestas en marcha de cortísima duración. Quizá talleres de corte más técnico que estratégico. ¿Qué tienen de bueno los proyectos básicos? Sin ellos no podrías ejercitar habilidades de tu currículum profesional como la ejecución eficiente, la definición precisa de un concepto, trabajar en plazos, manejarte con órdenes de pedido, etc., etc.
¿Son motivos suficientes para levantarte cada día con alegría? Para mí sí lo son. Aunque no te negaré que añado una pizca de auto-motivación extra 😉
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