La aventura de la innovación
La historia del jinete del lago Constanza habla de un caballero y un lago helado. Cuando el caballo toca el hielo, este se abre. El caballero no ve más opción que galopar. Cada vez más rápido. Es un cuerpo a cuerpo entre el jinete y las fauces que extiende el hielo. Finalmente, al amanecer, el jinete llega a la orilla. Pero la lucha ha sido tan intensa, que lo logra de la única manera que cualquiera podía haber adivinado. Muerto.
La cronología de algunos emprendedores y pequeños negocios, que trabajan con la innovación para definir el arquetipo de mejor producto o servicio, me ha hecho pensar en esta historia.
El emprendedor va a cruzar siempre, y hasta el fin, el lago helado.
Es su misión.
El riesgo, en otras palabras, la innovación, es parte del ADN del emprendedor.
Pero hay varias alertas en su aventura de la innovación que tienen que ver más con los otros que con su misión. Piensa, por ejemplo:
Un cliente que se queja porque le has dado un producto que tiene sólo cinco funcionalidades, pero al que le falta la más importante, la sexta.
Un competidor que se adelanta con otro servicio, que consigue distraer a tu cliente.
Un analista impaciente que vive su oficio por las fechas de cada nueva innovación en la agenda. Lo que ocurre en el espacio entre innovaciones no existe en su calendario.
Lo fascinante de esta alegoría es que el jinete es consciente del peligro, se adapta al cambio con valentía, consigue su propósito, pero, aún así, el destino que alcanza no se diferencia en gran medida de aquél en que se hubiese quedado quieto.
La lección más poderosa que extraigo de la historia del jinete del lago Constanza para el innovador y emprendedor:
lo que mata al caballero innovador no es la misión, sino el estado de alerta constante y forzoso al que se somete en el camino.
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