Una historia de teléfonos inteligentes

UK: 46,9; España: 46,3; Italia: 40,4; Francia: 36,7; Alemania: 33

Las cifras de la línea anterior cuentan una historia acerca de los teléfonos siempre conectados o smartphones, donde las apariencias son sólo eso. Se trata de los porcentajes de personas con móvil que tienen un teléfono inteligente (como primer teléfono) en un grupo de cinco países de la UE, en el que está incluida España.

Casi uno de cada dos usuarios españoles tiene en sus manos un smartphone. Una proporción similar a la de los ciudadanos en Reino Unido. Esto parece que es bueno. Podría decirse que como país somos de los más innovadores, si nos servimos del criterio de “tenemos de lo último lo mejor”. Un criterio que, por ejemplo, utilizan los blogs especializados en “gadgets” para decidir que el nuevo dispositivo conectado que ha salido al mercado merece un pulgar hacia arriba o hacia abajo al estilo romano. Por lo general, la cosa va así: mejor cuanto más memoria, procesadores más rápidos, más diseño; es decir: más todo.

Para corroborar si eso es así podemos consultar la tabla de comportamiento del consumo de móviles de estos cinco países europeos, que comScore ha recogido para el periodo julio – septiembre de 2011. Lo que los datos dicen de la utilización de unos aparatos tan avanzados es muy diferente según consideremos el caso de España o el caso de Reino Unido, aunque ambos países tengan un porcentaje de teléfonos inteligentes parecido.

Así tenemos que en España el smartphone se usa mayoritariamente como reproductor de música. También para bajarse aplicaciones, pero en menor medida. Por el contrario, en el Reino Unido el smartphone se emplea profusamente en un amplio abanico de situaciones: se mandan SMS, se navega, se usan aplicaciones, se juega, se accede a redes sociales y a blogs y se consulta regularmente las noticias. Algunos incluso escuchan música, aunque no lo hacen como única actividad.

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En este punto, la historia se vuelve especialmente interesante.

Pensemos en dos empresas que están evaluando las posibilidades que ofrece el móvil para ampliar sus negocios, y aumentar la distribución de sus productos, entre los clientes. Por supuesto, han echado un vistazo a los datos. Una de las empresas está en Reino Unido y la otra en España.

–El panorama de la demanda de servicios en el móvil es excelente –dice la del Reino Unido– Sólo tengo que ajustar mi oferta a la demanda existente.

La situación que percibe la empresa que realiza su actividad económica en España es completamente diferente. Para que termine bien la historia, su hilo argumental nada tiene que ver con la primera empresa.

–Los consumidores españoles están habilitados para demandar servicios por el móvil ¡Fíjate: uno de cada dos tiene un teléfono conectado inteligente! –dirá la empresa española– Pero como los infravaloran, no hay demanda actual de servicios. Primero, tendré que crearla.

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