Una cuestión de tamaño

empezar pequeño“La innovación, mejor con un grupo reducido, 4 o 6 personas, para que no asuste”,

Me respondió una amiga bregada en el comportamiento organizativo de las empresas. Estábamos charlando durante una comida sobre la conveniencia o no de introducir habilidades emprendedoras dentro de la empresa (el llamado intra-emprendimiento). El currículum formativo de cualquiera de nosotros se compone de un mucho de conocimiento y un poquito de habilidades. Dada la deficiencia en estas últimas, ¿por qué no fijar la atención en una habilidad como la creatividad y la innovación? ¿No debería formar parte obligatoriamente del oficio profesional y la solidez personal de un individuo?

En cuestiones de tamaño nuestra elección siempre es clara: idolatramos lo grande, aunque luego reculemos hacia los grupos reducidos. Esto nos hace perdernos la belleza de lo pequeño en el propio individuo.

La mejor defensa que se ha hecho sobre la eficacia del tamaño pequeño, en la producción de la economía (después de todo, el objeto de la innovación es siempre económico), es la de Schumacher en su libro, Small is Beautiful. Viene a decir que,

cada persona necesita una porción alimenticia de creatividad, donde se use el cerebro y las manos.

Esto, que puede parecer antiguo en nuestros días de la era digital, lo han re-interpretado con éxito más que significativo en la industria del software. Es frecuente que las empresas que producen o distribuyen software establezcan retos cada varias semanas, a modo de competiciones entre empleados. Para multitud de cosas: explorar nuevos diseños, encontrar nuevas utilidades, mejorar la eficiencia de una página Web, etc. En Tuenti (la mayor red social española) lo llaman Hack Me Up (hackéame).

En definitiva: las situaciones donde la iniciativa se enfrenta con el status quo no deberían quedar encerradas, para que no molesten, porque eso provoca desequilibrios. En su lugar, tendrían que ser plantadas en cada individuo, para proporcionar flexibilidad.

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