1000 millones de gustos
Desde hace algunos años soy parte de una gran mayoría: aquellas personas que sólo compran los domingos los periódicos en el kiosco. Cada cierto tiempo recibo una llamada del departamento de promociones del periódico. Me preguntan qué días de la semana leo el periódico, para así ofrecerme una oferta especial por hacerme subscriptora. Cuando cuento lo de los domingos, la amable telefonista me contesta: «¡Claro! El resto de la semana no tiene tiempo, ¿verdad?».
Lo cierto es que de lunes a viernes leo los artículos en otras fuentes. En diarios digitales locales e internacionales, webs de noticias (en el agregador de netvibes o Yahoo), blogs especializados, en las sugerencias que me llegan de mi red de followers, en Twitter y Facebook. Y además, leo los periódicos gratuitos que cojo en el metro. En efecto: no tengo tiempo. Y sin embargo me gusta ir al kiosco.
Pagar por cosas que nos gustan es algo que está bien. Lo que no es tan buena idea es pagar por cosas que no se quieren.
Es el problema que siempre he tenido con la televisión por cable. Se paga por tener acceso a más de 40 canales, aunque en realidad solo queremos tener el cable para alguna de estas tres eventualidades: a) estar enganchados a la última serie de autor americana (Los Soprano, The Wire, Perdidos); b) poner el canal infantil a los niños; o c) seguir la liga de fútbol.
Es lo que tienen los contextos de escasez, entre los que las empresas y los negocios en general se mueven tan bien. Los consumidores pagan por cosas que no les gustan (la cuota del cable). Pero la cosa cambia en el contexto de abundancia en Internet: ¿por qué pagar por cosas (que sí nos gustan: el periódico entre semana) pero que podemos conseguir de otro modo?
En el futuro próximo de Internet (eso sí, todavía tienen que pasar unas generaciones), parece que el consumidor será un mecenas o patrocinador. Así lo vaticina Joichi Ito, un emprendedor de Internet, vinculado a Creative Commons, la organización desde la que lucha para reducir las barreras a la creatividad en la Red. Entonces, según Joichi,
el cliente elegirá lo que paga en la Red. Lo que tenemos ahora en el escenario de cobro es el otro extremo.
Eso significa que hay que tener mucho cuidado con dónde cobras y por qué cobras. Joichi tiene muy claro lo que es una buena idea y lo que no. Buenas ideas: Incluir los cobros en la cuenta del teléfono, o promover maneras de cobro indirecto como la publicidad. Malas ideas: hacer que alguien pague por leer un artículo y tratar al cliente en Internet como un criminal (respecto a la propiedad).
La ansiedad de las empresas por encontrar un modelo de negocio en Internet puede que sea síntoma de que están equivocando el contexto. El problema no es cobrar en Internet, pero no se puede cobrar por cosas que la gente no quiere (para desánimo de las compañías del cable) en un contexto de abundancia, como el que ofrece Internet.
Hagamos números rápidamente. Hay en la tierra 6.000 millones de habitantes, unos 3.000 millones tienen un teléfono móvil y otros 1.000 millones son los que se pueden conectar a Internet. Pero ¿se trata de saber qué quieren todos y cada uno de los 1.000 millones, de conocer sus gustos? Eso es algo bastante complicado de averiguar. Sin embargo es un planteamiento muy eficaz de cara a las empresas, ya que ayuda a pensar también en el consumidor (y no sólo en el producto).
El modelo mecenas que aventura Joichi es parte de una evolución, que llevará a la transformación definitiva. En términos prácticos eso significa algo muy interesante:
los consumidores vamos a ver muchas soluciones intermedias. Lo más importante es que todas y cada una de ellas serán fundamentales para lo que es, y lo que puede llegar a ser, la revolución digital.
Por ejemplo, en la industria multimedia de contenidos. La factura del teléfono ha dado acceso a los contenidos, que después el cliente paga en las tiendas de aplicaciones de su smartphone. Posteriormente, Apple puso de moda las tabletas y se usó un sistema similar: la compra del dispositivo móvil se asocia a la contratación de un plan telefónico. El siguiente paso obvio es la independencia entre dispositivo y conexión. ¿Por qué contratar un plan telefónico, si lo que quiero es consumir películas o música de mi servicio en la nube, y ya dispongo de acceso (con un proveedor de Internet o vía Wifi)? ¿Por qué el cliente no puede disfrutar de su tableta como lo haría con una consola, es decir, elegir el contenido y pagar por él?
Algo en esta línea es lo que ha propuesto Amazon para el próximo lanzamiento de tabletas que hará en otoño. Seguro que esta forma de cobrar abrirá nuevas oportunidades en el camino hacia la libertad del consumidor en la Red.
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