La excusa de los que se quedan atrás

Paradojas

En estos días estoy siguiendo con mucho interés los proyectos de dos empresas que se han rebelado contra la coercitiva opinión dominante que dice, el mercado no está preparado.

Comercializar tecnologías disruptivas es a menudo una gran incógnita. Se trata de un ejercicio de afinación entre nuestras propuestas y los gustos de los clientes. Cuando sale mal (resultado que ocurre con bastante frecuencia) la justificación siempre es la misma:

«El mercado no estaba preparado».

No se admite que se haya hecho mal el ejercicio. Lo que hace probable que repitan el fracaso de nuevo.

Por el contrario, ¿qué puede llevar a Starbucks, una cadena de cafeterías, a anticipar el uso de las billeteras móviles? Una pasión. Han entendido muy bien lo que les interesa a los clientes que visitan alguno de sus más de 10.000 establecimientos en EEUU: seguir tomándose su café favorito. Por eso, ellos están encantados de enseñar el móvil al pagar. Entonces, una aplicación asocia la consumición automáticamente con su tarjeta de puntos y les permite obtener así promociones interesantes.

Frente a la obsesión de otras empresas, como operadores de telefonía móvil o bancos, de cambiar los hábitos de los consumidores, que utilizan tarjetas de crédito, por el móvil como medio de pago, Starbucks ha hecho suya la solución. Ha estado afinada con los clientes y se ha convertido en líder en pago con el móvil. Ahora su modelo de tarjeta móvil se usa como referente, para aplicaciones que otras empresas están imitando.

Los que se han quedado atrás esperan, que el mercado responda a la introducción de una nueva tecnología de pago móvil, que se llama NFC. Pero a la que aún queda mucho tiempo para llegar, de forma masiva, a nuestros bolsillos.

El segundo caso es el de Twitter. Mientras otros proyectos, como Groupon y Linkedin, han formado parte del grupo de empresas de Internet 2.0 que han acaparado el protagonismo en bolsa, la red social se esfuerza en crear un producto, que de más solvencia a un modelo de negocio, todavía, poco armado. Con la ampliación de los recursos destinados a construir no sólo algo que incremente los ingresos, sino que se adelante a lo que los usuarios de las redes sociales van a aceptar de buen grado. Por ejemplo, hacer más visible la ingente cantidad de información, o que se pueda buscar mejor, o que aparezcan resaltados los contenidos de los contactos más próximos.

La otra opción, salir a bolsa aprovechando la marea alta de la «burbuja 2.0» imperante, quizá hubiese dado frutos al principio. Ya sabemos que cuando la marea sube levanta a todos los barcos, pero, al final, se vería abocada a confiar en que el mercado confirmase tarde o temprano su modelo. Lo que la llevaría, con suma probabilidad, a engrosar los números de la triste fila de los que se quedan atrás. Y dentro de algún tiempo a alegar una excusa conocida: “El mercado no estaba preparado”

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